martes, 13 de julio de 2010

Mi Otro Camino



Estoy seguro que cada peregrino tiene razones distintas para hacer el camino y ,por supuesto, lo vive de manera diferente.


Lo más difícil es encontrar personas que con gran facilidad, son capaces de plasmar los sentimientos en un puñado de frases coherentes y llenas de ritmo y que además reflejan otra de las muchas formas de vivir el camino.

Este es el caso de nuestra querida amiga Virginia que iba con su máquina de foto disfrutando de una flor, de una vieja casa, de un arroyo de mil y un detalles y que nos ha dejado este relato de su paso por el camino



MI CAMINO DE SANTIAGO



Puedo rememorar tumbada en mi sofá, con los ojos cerrados, ese itinerario que empecé en la provincia de Lugo y que, durante una semana de Mayo y la entrada de Junio he vivido con un grupo. Son sólo conocidos al principio. Pero, por los lazos sutiles que la convivencia va tejiendo, acaban despertando en mi algo más cálido: una franca afectuosidad.



Y ese, mi camino, lo he vivido tal y como soy: exultante y plena a veces, cuando me llegaba hasta el fondo esa naturaleza, -digo yo que en parte esa sería la mística del santo de Asís, hermano árbol, hermana vaca…- y otras muchas veces protestona y quejosa hasta cansar. También a veces egoísta (recapacito y me digo “podría yo compartir más mi don del canto, y sin embargo ahí me lo quedo, dentro”. Y otras, desprendida, repartiendo pequeños tesoros: una charla franca, unos frutos secos que llevas en la mochila, una tirita para un pié penoso…

Pero vamos a ordenar.



Avión, autobús, esperas y llegar a la “casa base” de Arzúa, en Lugo. Cansada de mil cosas acumuladas, - ya bien de noche, que casi nunca es mi amiga-, me tienen pintada una cara de cabreo.

Pero otra vez amanece. Y con la bendita luz, me asomo a una ventana que descubro ser un privilegio: un paisaje verde, en un principio entre brumas, montes suaves a lo lejos, una pequeña vaquería junto a la pensión. Y por más suerte, justo el Camino de Santiago, a su paso por este pueblo pasa a través de la empedrada Rúa do Carmen, al pié de mi ventana. Así será cada mañana: por muy temprano que me levante ya la recorren algunos peregrinos, con sus mochilas, con sus bastones. Hay un albergue al final de la calle.



¿La riqueza? La más importante, quizá, ha estado EN COMPARTIR:



COMPARTIR la sombra de un gran árbol, con mi marido y compañeros, tras la fatigosa subida de una cuesta.



COMPARTIR un refresco, sentada en el borde de una alberca, donde un paisano de Barreiros, muy mayor, a la sombra de un enorme roble, ha instalado su entrañable puestecillo de avituallamiento: una motillo cargada con una caja de manzanas, algunos plátanos, refrescos y agua, colocados al fresco en el agua de la alberca.



COMPARTIR un pequeño folleto ilustrativo, obligándome a echar una carrera al Concello del pueblo, para regalarle a cada uno. Sin éxito al final.



COMPARTIR una salve, totalmente inventada, pues casi nadie sabe la letra, en la iglesia de Arzúa la víspera del Corpus, con franceses, alemanes, riojanos, gallegos y todo el que quería.



COMPARTIR y celebrar encuentros entre parejas, o un emotivo cumpleaños.



COMPARTIR con mi marido, por el camino, un trozo de empanada y unas flores de celindo.



COMPARTIR una “estrella de Galicia”, muy fría, a las dos de la tarde, al final de un camino interminable, con mis compañeros “Equipo B”.



COMPARTIR esas cenas “para cincuenta”, hermanados en cansancios, con risas y brindis miles, pasándolo estupendamente. O los ricos platos de pulpo y cien delicias más gallegas.



COMPARTIR un cachito de pan moreno y jamón que la amiga Leve le arranca al aeropuerto de Coruña.



COMPARTIR un paquetillo de azúcar y una isotónica con un peregrino desmayado, en los primeros tramos.



COMPARTIR esas oraciones, cada uno a su manera, en el inmenso y magnético templo de Santiago…



COMPARTIR las lágrimas de una camarera jovencita que añora Huelva.



COMPARTIR… ¡Mi Beti güeno, su camiseta, su verde, su himno, hasta el infinito y más allá! Por Joaquín.

Y NO CREO QUE ME OLVIDE:



-del olor intenso a eucalipto por los caminos, a rosas, y a veces a abono natural –que no me parecía ni maloliente-.



-del acompañamiento continuo del piar de pájaros, buscando parejas como descosidos en la primavera.



-del rumor de tantos arroyitos y regueros de agua.



-de las vistas amplísimas de montes y verde por todos lados.



-de tantas flores de colores, en prados, en orillas de caminos y de asfalto.

-de la cercanía de Portomarín, con las rodillas muertas por las penosas cuestas, y el alma rebosando bienestar.



-del cruce del magnífico “encoro” del Miño.



-del oasis del albergue de Mercadoiro, rodeada de tanta gente diversa, con sus diversos sentires.



-del especial olor a humedad en las chiquitas iglesias de piedra, donde he conocido el “estilo gallego”, albergando unos cristos tan originales como el de Furero, o la belleza de Santa María de Leboreiro, con su pallazo de piedra, o, más tarde, en Betanzos, Santa María del Azogue…

¿Cuántas súplicas y esperanzas habrán registrado a lo largo de tanto tiempo?

-de los paseos, sola y en silencio, descubriendo los rincones de Arzúa, y andurreando por sus lugares cercanos.



-de la ambientada Plaza Galicia, en Arzúa, llena de viejitos del lugar y al mismo tiempo de peregrinos extranjeros, ya refrescados y charlando en varias lenguas.



Y sé que NO ME VOY A OLVIDAR, pues ese camino no hubiera sido lo mismo sin ellos, de la buena gente de que me rodeado, compartiendo charlas, sentimientos, paisajes, bromas y cansancios.



Como dice la trianera Isa Fayos en sus sevillanas:



“que si no están los amigos,
Que si no están los amigos,
Es como si le faltara
La primavera al camino”.

Os dedico este paseo por el Camino a todos vosotros. Y a tanta gente que, como mi madre, ya no pueden disfrutar, reviviendo y alegrándose con la memoria.



Virginia Ceballos.


Sevilla, Junio 2.OlO




Algo mas



















Detalles



















Flores del camino













Además de todo esto y de tener una voz preciosa para cantar, Virginia nos dejó también una sevillana

De regreso, en nuestro microbús, atravesando bellos lugares gallegos, mirando por la ventanilla, a nuestra Trini y nuestro Manolo Palomar se les ocurre a coro…
Bonito y triste el camino
Cuando se va de regreso.
Lloran los robles del monte
Despidiendo al peregrino
Que llegaron a Santiago,
Culminando así el camino.
Atrás se quedó el esfuerzo
De caminar por senderos
Y nos postramos con fe
Ante el apóstol gallego.

Y aquí estamos de nuevo
En el andar cotidiano
Esperando que el esfuerzo
Nos haga por siempre hermanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario